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RAY JAMES LÓPEZ CHAVEZ -PERÚ-

Ray James López Chávez, de nacionalidad peruana, reside en Arequipa, bachiller en educación, es profesor del nivel secundario, especialidad comunicación, miembro de la Casa del Poeta Peruano – Hacedores de Fuego, ha participado en tres antologías de la Editorial Family Awake “Sendero del amor, Sendero de los sueños” y Comprometido o involucrado. Ha publicado su poemario “En tu nombre” (enero 2022), Publicó su primera novela “La Puerquis” (octubre 2023) Ganador en primer puesto en el VI concurso internacional de poema “Poeta sin futuro show” 2022, Director regional de IFLAC WORLD Arequipa, Director de la revista digital “Dragón escritor” también ha colaborado en varias revistas como: Trinando, Cósmica, El Cisne, Ophelia y Kametsa.

 
CHUQUITAQUI
¿Por qué a veces nos enamoramos de lo imposible?  Buscamos clavarnos con un cuchillo sabiendo que estamos a oscuras, nos gusta patear piedras enormes como si fueran suaves pelotas, perseguir aves imaginarias en plena lluvia a merced de los truenos ¡Nadie sabe la respuesta! El masoquismo es algo innato del hombre.
La historia comienza en una ciudad tranquila e inhóspita, un colegio albergado en un sector pobre, donde los fantasmas pedían limosna para calmar el hambre y el sol; dueño de esa magia no solo de calentar si no de freír las esperanzas del inocente, en ese mismo lugar apareció una sombra llegada de los mismos avernos, una caricatura dibujada de malagana, el estornudo de un lumpen a medio morir, tenía los ojos lagañosos, pelo desordenado que con el viento parecía bailar samba, nariz aguileña, de estatura pequeña con la inteligencia de asno tupido y de una tez sacada de los mismos incas, su apellido lo resumía todo “Chuquitarqui” Cursaba el segundo año de secundaria, pero como todo adolescente en pleno crecimiento empezó a tener una atracción por el sexo opuesto “Las féminas” aquellos seres incomprensibles , a veces parecidos a los ángeles pues te salvan de una vida al borde del abismo, como también a los demonios, con esas ansias enormes de agarrar tu corazón y devorarlo de un solo bocado, fue entonces que este joven sin nada que perder se fijó en una damisela, una de las cuales todos estaban embelesados, Leonela Carpio, señorita de piel blanca, ojos caramelo, cabello corto del mismo color del higo con una cinta blanca, figura delgada, pero seductora, caderas bien formadas y unas piernas envidiables, era la ninfa de muchos galanes en el sector y Chuquitarqui aunque callado, siempre la anhelo desde lejos. En una ocasión justo en el baile de primavera, él por primera vez se encontraba con ropa decente: Una camisa desteñida bien planchada, un pantalón que a ratos se le caía, su corbata negra amarrada con una liga de cabello y unos zapatos, aunque bien lustrados, estaban un poco rotos, como no tenía para comprarse un fijador de cabello uso bastante limón, a tal grado que se le notaban algunas pepas. La vio sola en una esquina, conversando con Lucía Añesco, ambas eran pobres, sin embargo, con altas pretensiones, no cualquier papanatas podría tener el honor de un baile con alguna de ellas, sin importarle nada él disidió tomar al toro por las astas e ir en búsqueda de su princesa “Grueso error” Se acercó a ella temblando de la emoción por dentro, por otro lado mostrando una gran seguridad en cada paso, todos se quedaron en silencio hasta la música dejó de tocar en ese instante por unos segundo, él sonrió tímidamente , Leonela quedó absorta ante tal osadía, atinando a dar una mueca de mal gusto y retirarse como perseguida por el diablo, sin embargo se había topado con uno de los jóvenes más tozudos del lugar y ese simple desprecio no acabaría con sus esperanzas, pasando medía hora la vio bailando con un muchacho de primer año, entonces lo volvió a intentar, usando esta vez la estrategia del cambio de pareja, uso a su única amiga “ Paulina” joven estudiosa y de gran actitud, le explicó su problema y a pesar de no estar del todo conforme, aceptó ayudarlo, se pusieron muy pegados a la pareja , bailaron dos canciones, en cuanto salga la tercera harían el cambio rápidamente, así lo hicieron, Chuquitarqui quedó frente a frente con su amada Leonela, toda desdeñada intentó salir corriendo como la primera vez, adivinando sus movimientos este la tomo de las manos y le dio media vuelta, demostrando ser todo un experto en baile, lo cual lo hizo algo interesante para ella por unos instantes, hasta que apareció Rodrigo Capellan, el joven de familia algo acomodada, en cuanto ella lo vio salió de la pista y lo jaló como su pareja. Un varón común y silvestre tiraría la toalla, pero estábamos hablando de un personaje bastante terco para entender a la primera.
Días después se acercaba el cumpleaños de Leonela, estuvo pensando varios días que poderle regalar y como entregárselo, en eso mediante buenos informantes se enteró que ella adoraba las canciones de Ricardo Arjona ¡Esta sería su oportunidad perfecta! No podría haber error alguno, nada ni nadie le quitaría su victoria, le regalaría un cassette con las mejores canciones de Ricardo Arjona con un poster grande de su artista, lo único malo es que era muy pobre, de donde sacaría el dinero para comprar todo eso, sería un promedio entre ambos objetos veinte soles, camino por sus cerros buscando una guía a su dilema, se echó en el pasto para pensar mucho mejor, miraba la forma de como las bellas nubes se transformaban en figuras, había gigantes, aves majestuosas, brujas , vasos grandes de emolientes ¡Espera un poco! ¡Emolientes! Esa era la solución a sus problemas, vender una sola noche emolientes en el mercado, partió cual rayo emocionado a juntar los ingredientes para el brebaje, tenía en el campo todo lo necesario: Cola de caballo, cebada, hierba luisa, manzanilla, cedrón, membrillo, manzana delicia, canela, entre otros. Presto entonces comenzó a lavar bien todo lo hizo hervir en una olla grande, lo puso en Matilde su mula y se fueron al mercado, también llevó embudo, bolsas de plástico, azúcar, cucharón etc. Ya en el mercado la venta estuvo regular y logró juntar lo necesario antes de que vengan los municipales a botarlo.
 —¿Cuánto cuesta tu emoliente muchacho? Preguntaban los peatones.
—¡A un sol casero a un sol! Y le doy su yapa
—¡Ja, ja, ja! Excelente vendedor ¡Dame tres en bolsita por favor! 
Tenía ya lo necesario, al día siguiente a penas se asomaron los primeros rayos solares fue a comprar el cassette y el poster, veinte soles bien gastados para poder rozar aquella estrella luminosa tan lejana, con una sonrisa suya se contentaba, ese día del cumpleaños de Leonela era un 15 de octubre, parecía una fiesta patronal, debajo de un arbolito dentro del colegio dejaban los regalos para ella, había cajas pequeñas, grandes, medianas, zapatillas, una bicicleta, en fin se notaba que a pesar de su carácter la querían bastante, Chuquitarqui indeciso por los bastos obsequios para su amada miraba su simple regalo sin envoltura, se armó de valor y le puso una notita que decía.
 —De tu siempre admirador secreto.Con eso bastaría para metérsela al bolsillo, corrió emocionado a dejar su obsequio que había comprado con el sudor de su trabajo.
Llegada la hora de abrir los regalos hicieron un círculo con sus amigas para irlos abriendo uno a uno, en eso llegaron hasta donde estaba el poster de Ricardo Arjona y el cassette, se le iluminaron los ojos a Leonela, era un regalo simple, pero muy especial y con la notita de ruborizó. Chuquitarqui estaba que brincaba de un pie, se dio cuenta que la dejó embelesada con el pequeño presente, tenía tanta alegría que no cabía en sus zapatos.
 —¡Ay Rodrigo! ¡Tú tan galán! No te hubieras molestado, ¡Sé que eres tú!
El tipo ni sabía de lo que hablaba, pero al darse cuenta sacó pecho como pavo.
 —¡Ven para acá! ¡Te ganaste un beso!Chuquitarqui no quiso desilusionarla, se quedó callado mientras caminaba meditabundo y se compró un chupete para la sed, no se daría por vencido así de fácil, Leonela sería su esposa y punto.
 
Luego en la clase de literatura, mientras la profesora Anita recitaba la Rima LIII de Gustavo Adolfo Bécquer, tomó la decisión de aprendérsela de memoria y recitarla en acto público con una dedicatoria especial para su amada Leonela, sin darse cuenta él también había encontrado una motivación para desarrollar sus potencialidades “ Seamos correspondidos o no, uno de los efectos de la ilusión del amor es ese, hacerte una mejor persona, no importa si te quedas solo, lo importante es que tuviste una motivación la cual te hizo una mejor persona” De la noche a la mañana Chuquitarqui había cambiado un poco, se superó así mismo, todo su salón se dio cuenta del cambio y aunque al inicio solo la profesora Anita le tenía un poco de fe, al final se ganó la admiración por su empeño. Llegado el día ya se había memorizado todo el poema, salió adelante como todo un orador, con la postura de un burocrático refinado, la camisa bien lavada y aunque unos zapatos muy remendados, ahora le daban elegancia, se paró frente al micrófono y recitó sin equivocarse el tan ansiado poema ocasionando la algarabía de todo el colegio, al final dijo:
 
 —Este poema se lo dedico a la musa de mi inspiración Leonela Carpio.Dicho estas palabras ella se encontraba enfurecida mirándolo desde el segundo piso, si por ella fuese le lanzaba un sillar en la cabeza.
­— Qué se habrá creído este indio! Dijo en para sus adentros.
Terminando esta dedicatoria se escuchó un mar de risas de todos los estudiantes debido a la ingenuidad del muchacho. Al rato en el patio Leonela bajo para hacerle encuentro a Chuquitarqui, en su imaginación el esperaba que corriera a sus brazos llorando de emoción por el detalle. Ella lo miró fijamente y le dijo:
— ¡Ya basta! Estoy muy lejos para ti, ¡No me gustan los auquénidos!
Estas simples frases destrozaron por completo el noble corazón de Chuquitarqui, se sintió un vidrio romperse a lo lejos y con este todo el esfuerzo de un joven enamorado, el llanto difuminaba sus pupilas volviéndose imperceptibles, su garganta se llenaba de impotencia entrecortada con miseria, ¿Por qué las cosas del amor eran tan difíciles para él?  Solo atinó a moverse lentamente, algunos lo miraban con pena, otros con burla, pero nadie entendía la razón de sus actos, solo él.
 
Leonela, como si nada hubiera pasado, a la semana siguiente ya logró estar con Rodrigo, era una relación con altos y bajos, bueno más bajos que altos, Rodrigo era demasiado egocéntrico, celoso, había creado un ambiente de mando ante ella, la cual solo respondía moviendo la cola y dando la patita, nunca pensó vivir esa situación y aunque tenía unas enormes ganas de terminar, siempre volvía a las manos de su vil ejecutor.
Pasando dos meses antes de acabar el año sucedió un acontecimiento que lo cambio todo, Chuquitarqui aún se sentía herido, sin embargo, su musa seguía siendo la razón por la cual se levantaba todos los días, es cierto perdió toda esperanza, aun así, eso no te impide seguir queriendo a alguien, quizás en silencio, a la distancia, donde ya no se escucha tu corazón y verla pasar duele, pero se vuelve el instante más bonito de tu día, ahí entonces ocurrió lo insospechado .Una discusión acalorada entre Rodrigo y Leonela a una cuadra de la escuela, los demás chicos hicieron un circulo, no se iban a meter, solo querían aumentar su morbo, Chuquitarqui miraba de cerca como su amada se sentía impotente y trataba de salir de su celda, mientras el carcelario la azotaba con indiferencia y voz de mando, estaban muy cerca en eso sin pensarlo dos veces Rodrigo la empujó haciéndola caer, en eso se vio una sombra que se hizo paso entre la multitud saltando una fiera dispuesto a embestir una montaña, con una velocidad sin nombre empujo a Rodrigo quedando ambos tendidos en el suelo, de ahí las  luces se apagaron para ambos, al despertar estaba Chuquitarqui siendo atendido por una enfermera.
— ¡Ya pasó la conmoción! ¡Está bien! Dijo la enfermera.
Recibiendo unos fuertes aplausos de sus compañeros por la acción tan valerosa, a su costado Leonela preocupada.
— ¡Gracias por defenderme! ¡ Eres muy valiente chiquitín! Te ayudaré a levantarte, es más ¡Vamos te acompaño a tu casa!
Los ojos de Chuquitarqui se llenaron de emoción, ¡Dios había escuchado sus plegarias!  Puso su brazo en forma de arco y ella lo sujetó, caminaron riendo hasta el que llegó el ocaso.