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VERÓNICA SCHENNEL OTTATI -VENEZUELA-

Pertenece a diversos Grupos y Movimientos Internacionales de escritores y poetas
 
Directora Regional (Estado Miranda) de Iflac World.
 
Miembro de la Cámara Internacional Escritores y Artistas CIESART.
 
Obtuvo el 2do lugar en el Concurso Internacional de Poesía por la Paz (año 2022).
 
Recibió el “Premio Péndola Dorada” (año 2022)
 
Obtuvo el 3er lugar en la categoría: “Crónica breve” en el Primer Concurso Literario Internacional “El buen cruel”  (México, 2023).
 
Obtuvo el tercer lugar en el Concurso Internacional de Relatos “Palabreando”. (España, 2023).
 
Ganadora en el Primer Concurso de los Derechos Humanos Internacionales  Categoría: Poesía (2023)
 
Tercer lugar, categoría: Poesía. En el Festival “Las Raíces”. Chile.
 
Su trabajo ha sido publicado en diversos blogs, redes sociales, revistas digitales y antologías a nivel nacional e internacional.
 

 
 

Treintona, soltera y bronceada.
 
Cuando pienso en el lugar perfecto para tomar unas merecidas vacaciones, se me viene a la mente el mágico mar: con su belleza, con su grandeza, con su profundidad, con las olas estrellándose contra las rocas, con la brisa acariciando mi piel dorada. Con el azul del mar que pareciera unirse y mezclarse con el azul del cielo.
Estaba por cumplir 30 años y ya sentía la presión de mi familia, de mis amigos y de la sociedad entera por ser una mujer soltera a mi edad. Todos me preguntaban y hasta me criticaban por el hecho de no tener un esposo e hijos.
Para mí, el amor no tiene edades comprendidas ni límites de edad, así que no lo busco desesperadamente, sólo dejo que se tome su tiempo y que llegue en el momento correcto.
La playa sería un lugar perfecto para alejarme unos días y escapar de toda aquella presión.
En el camino iba escuchando música: cantando y bailando. Por momentos sacaba la cabeza por la ventana, como una niña curiosa y juguetona, o como una mascota feliz y emocionada que sale de paseo.
Pensaba en el bronceado espectacular con el que volvería a casa.
 
El sol, la arena y aquel majestuoso mar con sus encantos, serviría de escenario para una hermosa historia de amor que estaba por comenzar. Enrique Duarte, era un joven que se hospedaba en el mismo hotel que yo, todos los días coincidíamos en la playa, en la piscina, en el ascensor del hotel, en todas partes. Por un momento, pensé que era una señal del destino y sentí que Enrique y yo teníamos que conocernos, enamorarnos y ser felices juntos.
No cruzábamos palabras, sólo nos arrojábamos miradas seductoras y pícaras sonrisas, hasta que un día me invitó a cenar.
Su piel era blanca, muy blanca, tenía una palidez difícil de describir. También tenía las manos frías, me imaginé que se debía al frío de la noche.
Después de una romántica cena, una amena conversación y un paseo por la playa, como buen caballero me acompañó hasta la puerta de mi habitación. Yo me sentía inquieta, ansiosa y enamorada, se acababa de ir pero ya yo lo extrañaba.
Traté de distraer mi mente y de calmar mis ansias viendo una película, pero no funcionó, no dejaba de pensar en él. También intenté leer uno de mis libros hasta quedarme dormida, pero no lograba concentrarme en lo que estaba leyendo, así que me acerqué a su habitación. Estaba por tocar la puerta cuando escuché el grito de una mujer, corrí, me oculté y vi como Enrique subía al ascensor con sus manos cubiertas de sangre.
Quise abrir la puerta para saber qué había pasado, pero mis intentos fueron fallidos. Tuve que pedir ayuda al personal del hotel y me vi en la obligación de contar lo poco que pude ver y escuchar.
Mi susto aumentó cuando me dijeron que esa habitación estaba clausurada por un crimen que se llevó a cabo hace 15 años. Al nombrar a Enrique Duarte me dijeron que justo ese era el nombre del hombre que asesinó a su pareja con un cuchillo y luego subió a la azotea del hotel y se arrojó. Esa trágica noche ambos murieron.
 En ese momento, no sabía si deprimirme porque ese hombre que tanto me gustaba era en realidad un fantasma o si asustarme por la misma razón: ¡Todos estos días estuve compartiendo con el  fantasma de un asesino! Volví a casa igual de soltera pero con un bronceado espectacular.

 

 

*    *     *

 
Fugaz
 
El Poeta tenía sentimientos encontrados,
él no podía hablar ni escribir.
Su mundo se había paralizado,
él no encontraba las palabras para poderlo describir.
Un verso inefable en su garganta quería salir,
una tragedia en aquella noche de San Valentín.
 
La velada había terminado,
pero no pensó que acabaría así,
aquella mujer que durante tanto tiempo había amado,
justo esa noche decidió morir.
Ella hablaba de la vida y de todo lo que ha llorado,
malas experiencias tuvo que vivir.
Cuando el poeta enamorado intentó hacerla sonreír,
ella se arrojó por la ventana sin pensarlo,
de un momento a otro, ya no estaba ahí.

 

 

*     *     *

 

 
¿Víctima, culpable, testigo o cómplice?
 
No lo sé y quizás nunca lo sepa.
 
Llegué a la casa y ahí estaba él, mi esposo, irrespetando nuestro hogar, ese que antes era nuestro nido de amor. Irrespetando nuestra habitación, nuestra cama, e irrespetándome a mí como mujer y esposa.
 
Una mujer estaba desnuda sobre él, no podía ver su rostro porque estaba de espalda, ambos sudaban, gritaban y gemían. Él me miró, yo estaba parada justo frente a ellos, llorando, confundida, indignada… pero él no detuvo el acto, era como si yo no estuviera ahí…  Eso me convierte en víctima.
 
Tomé un cuchillo y empecé a clavarlo en la espalda sudada de aquella mujer. Yo le gritaba: “Esto te pasa por puta, por estar con un hombre casado”. La sangre salpicaba por todas partes, ella ya no gritaba de placer, ahora gritaba de dolor. Eso me convierte en culpable.
 
En otro recuerdo que viene a mi mente, mi esposo se levantó de la cama, me arrancó el cuchillo de la mano y me empujó con tanta fuerza que caí al suelo golpeando mi cabeza. Me sentía mareada y no podía moverme. Luego él mismo apuñaló a su amante. Eso me convierte en testigo.
 
Él reía con su rostro salpicado de sangre y el cuchillo en la mano. Había sangre en las paredes e incluso en el portarretratos en el que aparece una foto mía sonriendo junto a mi infiel y ahora asesino esposo. Él se me acercó, colocó el cuchillo en mi mano y me dijo al oído: “Eso le pasó por puta, por estar con un hombre casado”. Eso me convierte en cómplice.
 
Salió de la casa llevándose mi auto, sólo pude escuchar el motor. Empecé a correr por las calles gritando y llorando. Recuerdo que estaba temblando y los nervios no me dejaban hablar bien.
 
Entré en pánico y unas personas me ofrecieron agua. Me acompañaron hasta la puerta de la casa, pero yo no quería entrar. Les iba a contar pero sentí una mezcla de miedo y pena, así que abrí la puerta, respiré profundo y entré al lugar del crimen.
 
Caminaba lento, mirando desesperada  todo a mi alrededor Escuché música que provenía de la cocina, así que me acerqué y me asomé. Estaba mi esposo con un delantal y unos guantes cocinando. Él reía, cantaba y bailaba al ritmo de la música como si nada hubiera pasado.
 
Me dijo que la cena estaría lista en unos minutos y que me pusiera cómoda en el comedor.
 
Yo no entendía nada, no sabía qué hacer… Mi esposo estaba loco por asesinar y no recordarlo, o la loca era yo que había imaginado todo.
 
Durante la cena él hablaba y reía sin parar, yo permanecí callada. De vez en cuando sonreía y movía lentamente la cabeza para que no se enojara al sentirse ignorado. Yo no quería que me asesinara como hizo con su amante en medio de un ataque de ira.
 
Subimos a la habitación, él se lanzó en la cama y se quitó los zapatos. Yo entré mirando por todas partes, buscando el cadáver, la sangre, el cuchillo, alguna cosa que me indicara que el crimen había ocurrido y que no era producto de mi imaginación.
 
¿ Cómo pudo limpiar todo tan rápido?, ¿Cómo pudo quitar las manchas de sangre de nuestras sábanas blancas?
 
Empezó a besarme y a quitarme la ropa, pero obviamente yo no me sentía nada atraída por él, así que le dije que estaba agotada y que sólo quería dormir. Me acosté en la cama, él se sentó junto a mí, tomó mis piernas y me quitó los zapatos.
 
En algún momento de la noche me quedé dormida. Desperté agitada, mi esposo no estaba en la habitación. Me asomé en el baño, bajé la escalera, lo busqué en la cocina, en la oficina, en la sala, hasta que escuché un ruido extraño que salía del sótano.
 
Entré y vi el reflejo, era la luz de la computadora. Se estaba reproduciendo un vídeo pornográfico, pero no veía a mi esposo, hasta que me adentré más al lugar y lo vi teniendo relaciones con el cadáver de su amante. Coloqué mi mano en mi boca para no gritar, no quería que él notara mi presencia.
 
Me disponía a salir del sótano, pero no pude evitar mirar la cantidad de fotos y recortes de revistas de mujeres desnudas y cadáveres, era un collage pornográfico y criminal al mismo tiempo. Lo curioso es que todas las mujeres tenían el cabello rojo, igual que su amante difunta, por suerte mi cabello es negro como la noche.
Tropecé con una caja de herramientas y el ruido hizo que mi esposo volteara hacía mi.
Él me tomó con fuerza, me amarró y me dejó en el sótano encerrada durante días.
La primera noche el cadáver de su amante yacía en el suelo con los ojos abiertos, sentía que me miraba. Al día siguiente él lo envolvió en sábanas y bolsas de basura, para luego llevárselo. En ningún momento me habló, de hecho no volteó a mirarme durante el tiempo que permaneció en el sótano.
 
Los días transcurrieron y él solo entraba al sótano para colocarme agua y comida. Ya no era su esposa, de un momento a otro, pasé a ser su mascota. Él seguía sin verme y sin hablarme. 
 
Por las noches escuchaba gemidos y luego gritos desgarradores. La historia se repetía una y otra vez…
 
Sus encuentros sexuales casuales terminaban convirtiéndose en tortura y muerte.
 
Yo lloraba recordando nuestra vida juntos, nuestros momentos más especiales. ¿Cómo fue que terminamos así?, ¿En qué momento dejó de ser bueno y amable? Se convirtió en un monstruo, ahora era un psicópata, depravado sexual y asesino en serie. Ahora bebía, fumaba y consumía todo tipo de drogas. Él antes no tenía vicios, o por lo menos yo nunca me di cuenta. Sus vicios formaban parte de sus oscuros secretos.
 
Una mañana desperté con mi cabello pintado de rojo, en ese momento entendí que era mi turno de morir. En medio de la desesperación logré romper las cadenas que me mantenían atada a un muro del sótano. Me escondí y cuando él entró tomé un tubo y le golpee la cabeza con todas mis fuerzas. Me aterraba saber que en cualquier momento iba a reaccionar y me iba a atacar para lograr su objetivo de asesinarme, así que aproveché que estaba inconsciente en el suelo, le quité un cuchillo que llevaba en uno de sus bolsillos y lo clavé 22 veces en su cuerpo. 
 
Me senté junto a él para poder respirar y descansar un poco, me sentía muy agitada. Solté el cuchillo e intenté limpiar la sangre que tenía en mis manos y en mi rostro. No tenía otra opción, él iba a asesinarme y yo tenía que defenderme, así que era su vida o la mía.

 

 

*    *     *


 
Ansiedad en tiempos de Pandemia
 
La pandemia llegó para despertar en mi un miedo del pasado que permanecía dormido, oculto, distraído… Me recordó que existe la muerte, me enseñó que hay que cuidar la vida día a día si queremos seguir respirando, sintiendo, pensando, simplemente viviendo.
 
Me demostró que entre la salud y la enfermedad solo hay un paso , entre la vida y la muerte sola hay un escalón
 
Un día estamos riendo con nuestros seres queridos y al día siguiente ellos nos lloran y nos despiden.
 
Solo queda un cuerpo vacío, pálido y frío. Ya ese cuerpo no respira, no siente, no volverá a levantarse. Era solo el vehículo de nuestra alma libre, era solo la envoltura de nuestro existir, la caja que guardaba nuestros tesoros: sentimientos, secretos, sueños… Era solo la portada del libro que cuenta nuestra historia. Una imagen, una apariencia, una fachada.

 

 

*    *     *


 
Antesala al suicidio
 
Esa mañana caminaba nerviosa por la casa, mis manos temblaban, mordía mis uñas.
Me bombardeaban pensamientos que me generaban tristeza y temor.
Una ráfaga de imágenes transitaban en mi mente, escuchaba voces que susurraban, tan nerviosa estaba que me sentí mareada y vomité.
 
Recibí la llamada de mi mejor amigo, él me escuchaba y simulaba entenderme, él no se imaginaba lo que estaba por ocurrir.
Nadie podría saber lo que yo tenía en mente.
 
Escribí una carta, pero mis manos no dejaban de temblar.
Una carta de despedida, mi última carta, 
mi último adiós.
 
En esa carta explicaba los motivos de aquella decisión fatal, también le pedía perdón a mis seres queridos, aquellos que en verdad me amaban y se preocupan por mí,
aquellos que me llorarían y me extrañarían al momento de partir.
Definitivamente era la carta más difícil que me había tocado escribir.
 
La angustia y el miedo no me dejaban pensar con claridad, en ese momento la única salida parecía ser la muerte.
La veía como mi única opción, mi aliada, mi salvación, un escape a los problemas.
 
Pensé que acabando con mi vida desaparecería la tristeza, los temores, las frustraciones...
Ya no sentiría más, ya no pensaría más...
Al morir, moriría todo aquello que me hace daño.
 
Sostuve entre mis manos unas pastillas,
miré la foto de mis hijos,
me arrodillé y empecé a llorar dejando caer al suelo aquellas pastillas.
 
Yo tenía que pensar en ellos, debía vivir por ellos,
mi muerte afectaría sus vidas.
Eran tan pequeños e inocentes, ellos no entenderían...
 
En ese momento comprendí, que mi vida es de ellos y que mientras haya vida hay oportunidades de ser feliz.

 

 

 

*    *     *

 
 
 
Sueño eterno
 
Aquella noche su alma se desprendió de su cuerpo mientras dormía.
Dejó de respirar, su corazón dejó de latir, ya no sentía dolor, tristeza ni soledad.
 
Su alma recorrió los caminos de su niñez: el profundo y mágico mar y el campo en dónde corría y recogía bellas y coloridas flores.
 
Se sentía muy ligera y libre,
Podía flotar.
Una inmensa luz la esperaba al final del camino, sus seres queridos que habían fallecido la saludaban con una sonrisa.
 
Corta fue su vida, pero se llevó hermosos y gratos momentos

 

 

 

*     *     *


 
¡Corre, María!
 
María, atrevida y aventurera,
un día se cayó y se lastimó una pierna.
Apareció la muerte frente a ella,
María dijo: No exageres, es sólo una pierna.
 
Yo no vine por tu pierna, dijo la Catrina tomándola por el brazo,
vine porque estoy casada y necesito un reemplazo.
Tú tomarás mi lugar y harás todo lo que yo hago,
ahora ve y busca a tu vecino de la casa de al lado.
 
¿Tú estás loca? Le dijo María.
Él es guapo, no quiero que muera todavía,
si me lo llevo para algún lugar será para la casa mía,
pero no lo quiero muerto, lo quiero con  vida.
 
La muerte  al vecino le ofreció su lugar,
poniéndole como desafío que se lleve a María por hacerla enojar,
el vecino con miedo tuvo que aceptar,
María salió corriendo,
ella tuvo que escapar,
y mientras corría le gritaba:
“Vecino, me estás dejando de gustar”.