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MANUEL JOSÉ KAMICHI MIYASHIRO -PERÚ-

Soy de Lima Perú, actualmente me dedico a la escritura y a la investigación académica. En lo que respecta a mis logros en el plano de la escritura, obtuve el segundo puesto en el  2° Concurso de Ensayo BICENTENARIO 2023 "Almirante Martín Guise" organizado por Británico Library con mi ensayo “Los beneficios sociales que tendría enseñar agricultura en la educación escolar peruana”. También fui finalista en el concurso “III Recital de cuentos cortos” 2022 de Nuevas Letras en el Aires y Voluntariado Ambiental UNMSM con mi cuento “Mi pueblo mágico”. Y además, logre una mención especial en el concurso “Voces de las Juventudes” 2021 organizado por la Municipalidad de Lima con mi cuento “Mi padre, mi pueblo”, que fue publicado en el tercer número de la Revista Literaria Perlas del Desierto.
En el plano de la investigación académica, tengo publicado 16 papers, tanto en revistas académicas de Perú como en el extranjero.

 

 

Pueden seguir mis publicaciones a través de mi orcid entrando al siguiente link: https://orcid.org/0000-0002-3222-3319
También pueden seguirme en Twitter, estoy como @ManuelJKamichi, o entrando al siguiente link: https://twitter.com/ManuelJKamichi
 

 

La doble cara de Japón

 

 


I

Llegué por primera vez a Japón cuando tenía 13 años, el motivo fue que mis padres buscaban mejorar su situación económica. El hecho de que teníamos ascendencia japonesa nos ayudó mucho para obtener los documentos correspondientes para el viaje. 
Cuando arribé al país del sol naciente fueron muy visibles las diferencias con Perú, este lugar, el que sería mi nuevo hogar de ahora en adelante, era muy avanzado en todos los sentidos. Estaba lleno de grandes edificios, el transporte público era muy moderno y había mucha tecnología que no había visto en otro lugar, simplemente parecía ser otro planeta. Eso era desde lo visual, lo que todo el mundo puede ver, pero a medida que fui viviendo en la isla me di cuenta de muchos problemas sociales que tienden a ser invisibles ante la mayoría de las personas.
Nos asentamos en una pequeña casa alquilada a unos cuarenta minutos aproximadamente del centro de Tokio. Mi padre consiguió trabajo en una fábrica, en donde tenía que ensamblar piezas; mientras que mi madre laboraba en una empresa de alimentos procesados. Ambos estaban en condición de obreros, pero ganaban alrededor de tres mil dólares al mes cada uno, así que económicamente nos comenzó a ir muy bien, es cierto que en Japón todo es caro, uno de los gastos más fuertes era el alquiler del hogar, pero con el resto del dinero era más que suficiente para vivir cómodamente. El problema era el tiempo de trabajo, mis padres tenían que salir muy temprano en la mañana y regresaban muy tarde en la noche debido a las horas extras que hacían. Así que era un intercambio de dinero por tiempo.
También enviaban dinero a mis abuelos paternos que se habían quedado en el Perú. Eran mis únicos abuelos vivos, y debido a su avanzada edad, ya no tenían cómo generar ingresos económicos. Mis padres siempre se ocuparon de ellos, tanto cuando estábamos allá, como ahora que estábamos en el otro lado del mundo. Tengo gratos recuerdos de ellos, pues muchas veces mis padres me dejaron a su cuidado, y siempre me trataron con cariño.
La dinámica en la casa había cambiado drásticamente, ahora yo tenía que hacer todas mis cosas por mi cuenta, ya no tenía a mis padres para que me ayudaran en algo. Por lo menos en Perú, mis padres salían más temprano del trabajo, por lo que los tenía más presente en mi vida, ahora todo había dado un giro de 180 grados.
Tuve que ser independiente a la fuerza, ya no tenía a nadie que me despertara en la mañana o que me acompañara al colegio, todo lo tenía que hacer por mi cuenta. Debía preparar mi desayuno y transportarme solo.
La soledad comenzó a generarme tristeza poco a poco, debía acostumbrarme pronto a esta nueva realidad o entraría en un estado de depresión que podría derivarme en un final fatal. Comencé a distraer mi mente con entretenimiento, ahí el anime y el manga fueron mis mejores aliados, me ayudaban a dejar de pensar sobre la situación que vivía, me alejaban de mis problemas, por lo menos por el tiempo en que los consumía.

 

 

II

Cuando entré a estudiar al colegio japonés no tuve una preparación previa, simplemente ingresé a la secundaria con mi japonés básico que mis padres me habían enseñado desde pequeño. Pero esa situación no era mi mayor preocupación, yo sabía que en la parte académica me iba a adaptar tarde o temprano, mi intranquilidad era por el bullying escolar, el famoso ijime, había escuchado tanto sobre el tema que me causaba temor que fuese cierto todo eso.
Al ser de otro país sería un objetivo para los acosadores. Para los japoneses yo era un extranjero más, no importaba que físicamente me viese japonés debido a mi ascendencia, para los nacionales un verdadero japonés no solo tiene que verse como tal, sino también debe haber nacido y crecido en el país. Por lo que al ser yo el “diferente” del colegio sería un blanco para que me acosen.
Efectivamente, cuando entré a mi primer día de clases tuve compañeros que ya me avisaban de grupos que hacían bullying a otros. Me advirtieron sobre todo de uno, que eran los más temidos, estaba conformado por ocho personas y liderado por un tal kenji Shimabuku, me dijeron que les gustaba pasearse por el colegio durante el recreo y golpear a algún estudiante al azar.
Cuando llegó el receso ese grupo ya sabía de mi presencia, era el nuevo de la escuela y encima extranjero, así que me fueron a buscar inmediatamente, me encontraron en unos de los pasillos del colegio en donde yo paraba con un grupo de personas que obviamente se alejaron al ver que los acosadores venían hacia mí.
Estuve frente a frente con Kenji, y pasó algo atípico, que no había sucedido antes, de pronto Kenji le dijo a su grupo que no se metieran en la pelea, por alguna razón él había decidido pelear uno contra uno, algo que no era normal, ellos siempre atacaban en conjunto, pero por alguna extraña razón esta vez fue diferente.
Ambos nos agarramos a golpes, la pelea estaba pareja, los dos dábamos puñetes pero también recibíamos, hasta que en un momento logro abrazarlo y tumbarlo al suelo, como yo era más corpulento logré posicionarme por encima de él, logrando sentarme en su torso y golpearlo desde ahí, finalmente llegó un punto donde él ya no podía defenderse más, así que ahí acabó la pelea, había ganado. Él se retiró con su grupo para nunca más volverme a buscar, mientras que yo me había ganado el respeto de todos.
A pesar que después de ese suceso nunca más tuve un problema similar, yo veía cómo era el bullying que le hacían a otros estudiantes. En primer lugar, elegían siempre al que se viera diferente, y es que en Japón les enseñan desde pequeños a que todos deben ser iguales, por eso a casi nadie le gusta destacar, se trata de ser uno más del conjunto de personas; ante ello, los principales objetivos para el acoso eran los extranjeros, los japoneses de ascendencia foránea, los que se aislaban, gente muy tímida y solitaria, entre otros que pudieran verse como distintos.
Una vez que los acosadores escogían a quien atacar, la víctima se quedaba completamente sola, sus amigos desaparecían, y los atacantes se podían ensañar con esa misma persona todos los días por un largo periodo de tiempo, hubo casos en donde todos los recreos buscaban al mismo sujeto para golpearlo, en estas situaciones algunos afectados optaron por suicidarse, otros lograron aguantar hasta que los abusadores se cansaran de él y decidieran buscar a otro estudiante a quien hacerle lo mismo.
Esta situación de acoso escolar ha sido desde hace años tan grave y resonante que el gobierno comenzó a tomar cartas en el asunto, pero lastimosamente su intervención se limitó a realizar encuestas, por lo que se logró tener un mejor registro sobre el bullying en los colegios, pero no se hizo nada para que no sucediera. El resultado ha sido que se conoce mejor sobre este problema, pero no se ha ejecutado acciones para solucionarlo.

 

 

III

Una vez que cumplí 18 años mis padres me botaron de la casa, me dijeron que ya tenía la edad suficiente para mantenerme solo. Esto me pareció algo normal, debido a la poca interacción que tuvimos como familia por falta de tiempo, el vínculo sentimental se había perdido, éramos como extraños viviendo en el mismo lugar, así que era algo lógico que me vieran más como una carga, que como a un hijo que debían ayudar a que siga mejorando.
Encontré trabajo en una fábrica automotriz, mi labor era fácil pero repetitivo, todo el tiempo tenía que hacer los mismos movimientos, tenía una hora de almuerzo y salía tarde porque hacía horas extras. Es decir, había adoptado la misma vida de mis padres. Gracias a lo que ganaba pude alquilar un mini departamento cerca a mi centro de trabajo.
A pesar del bienestar económico me sentía frustrado por no poder estudiar una carrera profesional, mi sueño era cursar la carrera de ingeniería mecánica, pero era imposible estudiar y trabajar al mismo tiempo en esa situación.
Cuando uno trabaja en algo que no le gusta siempre siente un vacío dentro de sí, es lo que me pasaba, y en mi caso el dinero no lo compensaba, simplemente no podía llenar ese hueco con cosas materiales, pero debía dejar de pensar en eso y seguir adelante, con la ilusión de que tal vez en el futuro sí podría laborar en algo que me apasionara de verdad.
En cualquier país es muy difícil poder ser profesional si no tienes el apoyo de tus padres o algún familiar, pero al menos en Japón, a diferencia de otros lugares, te da posibilidad de obtener puestos laborales muy bien remunerados sin la necesidad de tener título profesional. Es como una muy buena compensación para los que no logran alcanzar la educación superior.

 

 

IV

La soledad es algo muy presente en la vida en Japón, el sistema fomenta que la población sea independiente desde muy temprana edad, por eso es común ver en las calles a niños muy pequeños transportándose solos, sin ningún tipo de compañía adulta. Por un lado, demuestra la gran seguridad que hay en el país, pero por el otro está el hecho de que se pueda generar efectos negativos en las personas vivir tan solitariamente.
Pero incluso hay gente que ha llevado la soledad a un nivel muy extremo, se trata del famoso hikikomori, es un fenómeno que se va expandiendo cada vez más en el país, y se trata de personas que se aíslan completamente de la sociedad, se encierran en sus casas todo el tiempo, y esta situación puede durar varios años. Según los estudios sobre el tema, este problema se podría deber a la exigencia, competitividad e individualismo que hay en la sociedad japonesa.
Los contrastes eran claros, en Perú yo y mi familia vivíamos económicamente muy ajustados, pero nunca estaba solo, siempre tuve a algún familiar conmigo o amigos con quienes podía reunirme; en cambio, en Japón era todo lo opuesto, se gana bastante bien, así que no hay ningún problema con el dinero, pero a costa de siempre estar solo. Cada uno vive su propio mundo, cada persona se aísla y se pierden los vínculos sentimentales con la propia familia y con los demás.
Uno de los mejores momentos de mi vida que recuerdo era cuando visitaba de niño la casa de mis abuelos paternos, los mismos que mis padres siempre se habían preocupado de apoyarlos, recuerdo que corría de un lugar a otro en la sala, me hacían jugar todo el tiempo, a pesar de sus avanzadas edades siempre eran muy activos cuando yo estaba, todo lo hacían para darme momentos de felicidad, esas risas de alegría que tenía cuando estaba con ellos siempre han sido invaluables, no los hubiera cambiado por nada material, porque era yo siendo feliz.
Recordar eso me hizo que quisiera volver a hablar con mis padres. Ya habían pasado varios años y deseaba saber si podía retomar la relación familiar, pero sobre todo, les quería preguntar algo. Así que un día me atreví a visitarlos sin previo aviso. Se sorprendieron al verme, pero igual me invitaron a pasar. Pudimos conversar algo sobre nuestras vidas, comimos y después esperé el momento oportuno para hacerles la pregunta que era la razón principal por lo que había querido ir.
Así que lo hice, les consulté sobre mis abuelos. Y la respuesta me dejó helado, era lo que más temía. Mi padre me dijo que ya habían dejado de mandarles dinero desde hace varios años atrás, así que no tenían información alguna de ellos. En la última comunicación que tuvieron, cuando mi padre les dijo que ya no les iba a seguir enviando dinero, ellos respondieron que entonces iban a vender la casa en donde estaban, mudarse en algún lugar pequeño y vivir el resto de sus vidas con el excedente.
El individualismo había cambiado a mis padres totalmente, y mis abuelos estaban pagando las peores consecuencias de eso, la casa donde fui tan feliz era vendido por necesidad y las personas que me hicieron tan feliz habían desaparecido, no tenía cómo encontrar el lugar en que se encontraban ahora. Nunca más supe de mis abuelos, pero siempre me pregunto, ¿qué será de sus vidas? ¿estarán bien?