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ALEJANDRO CHANG HERNÁNDEZ -CUBA-

 Nací el 13 de febrero de 1990 en la ciudad de Ciego de Ávila, provincia de igual nombre, Cuba. Soy ingeniero industrial y escritor aficionado. Desde pequeño me incliné por la literatura, siendo mis géneros preferidos la poesía y el microrrelato. Hace poco tiempo publiqué mi primer libro de poesía en ebook, titulado Palabras de un poeta aficionado, con la Editorial Letra de Kambio. Poseo una página en Facebook llamada Palabras de un poeta aficionado. He publicado diversos textos en revistas, blogs y podcasts, como son Letras y Voces, Doble Voz, Dragón Escritor, Trinando, La Pluma Azul, Palabra Herida, Alas de Cuervo, Cósmica Fanzine, Afrodita, Entre otros. En 2022 gané el concurso de cuentos Tildar. Actualmente tengo en proyecto dos libros de poesía, uno de microrrelatos y otro de haikus (este género me encanta). Publico sistemáticamente diferentes textos de mi autoría, así como diversos detalles referentes al mundo literario, en mis redes, sea en Facebook, Instagram o Telegram. También tengo un perfil en Wattpad donde promociono mi obra y publico a diario. Mi mayor sueño es ser leído por la mayor cantidad de personas posibles, y que mis letras dejen una marca para ellos.
Contactos:
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Bichos
 
La piedra es pequeña y redondeada, de color blanco, blanco como la leche. Su superficie es muy lisa, sin una grieta, sin una mancha; una piedra graciosa y refinada que no tiene un átomo de vulgaridad.
Claro que una piedra así también puede cometer un crimen, si golpea con la fuerza conveniente en el lugar debido. De donde se deduce que hay aquí una posible autora del asesinato de aquel bicho.
Y no es que interese mucho quién mató al bicho ni cómo lo hizo, pues está mejor así; a fin de cuentas no era más que un ser feo e inútil, cuya muerte solo despierta la curiosidad. ¿De dónde salió aquel bicho? Es una pregunta difícil de responder, teniendo en cuenta que nadie sabe qué cosa era. Solo hay una realidad: estaba y ya no está. O está aún, pero ya dejó de ser.
¿Y la piedra? Una piedra no camina sola, como un bicho, careciendo de patas. Si suponemos entonces que la piedra mató al bicho, ¿quién movió la piedra? Y si alguien movió la piedra, ¿fue otro bicho?
Cabe la posibilidad de un segundo bicho que moviera la piedra para aplastar al primero, pero un bicho, ¿más grande o más pequeño que el primero?, ¿con cuatro patas o siete patas?, ¿o sin patas?
Como ve usted, el problema es bastante complejo. Así es que dejamos a su criterio la elección del crimen, del criminal y de la víctima, y nosotros, las hormigas, continuamos con nuestro trabajo eterno, que hemos perdido ya bastante tiempo.
 
 

*     *      *

 
 
Belleza ancestral
 
No puede separarse de ese cuadro. Parece totalmente irreal lo que ve. ¡Qué elocuencia en esa mirada! ¡Cuánta sensibilidad, cuánta suavidad en cada línea, qué combinación maravillosa de colores, de sombras y tonalidades! ¡Qué brillo en esos ojos, tal parece que lo observan fijamente!
Extasiado, recorre cada centímetro de ese pequeño espacio lleno de magia, tratando de grabar en su memoria el más pequeño detalle. Se siente totalmente afortunado por vivir ese instante cósmico, siente cómo su alma se une estrechamente con esa fuerza ancestral donde viajan todos los espíritus.
Aún le cuesta trabajo creerlo. ¡Es increíble cómo después de 300 años parece viva!
 
 
 

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Caminante nocturno
 
Pedro avanza con paso cansado por la calle desierta. Regresa de su habitual y aburrido turno de guardia en el hospital. Llega a la esquina y se interna en el oscuro callejón que conduce a su casa.
Detrás queda el último farol del alumbrado público. Su sombra se alarga, adquiriendo dimensiones gigantescas. Un frío extraño y poco común se adhiere a la piel y el miedo innato a la soledad latente se apodera de sus sentidos.
Atolondrado, mira hacia todos lados, en busca de peligros ocultos. De pronto, se deja escuchar un silbido y vibra un ligero aleteo como de murciélago. Horrorizado, Pedro solo tiene tiempo de ver cómo el vampiro se abalanza sobre él, clavando sus afilados y blancos colmillos en el cuello desnudo.
Con una última mirada de terror y un grito ahogado en su propia sangre, expira, totalmente indefenso ante el terrible depredador nocturno.
 
 

 *      *      *

 
 
¡Corre!
 
“-¡Corre! ¡No te detengas! ¡Solo un poco más! ¡No te rindas!”-Estos pensamientos llenan sus sentidos mientras avanza fatigosamente a través de la vegetación enmarañada. Siente detrás los saltos acompasados y terribles de la fiera, acercándose, hambrienta y despiadada.
Los ojos se nublan por el esfuerzo y el miedo, que penetra hasta lo más profundo de su alma, congelando la sangre en las venas. Las fuerzas disminuyen rápidamente y el sentimiento de derrota inunda el ánimo.
Desesperada, respirando entrecortadamente, se arrastra en busca de un refugio que no aparece ante su mirada perdida. Ya está muy cerca el aliento de la muerte, se escuchan los jadeos y el ronroneo del terrible carnívoro.
En un último y maquinal intento de escapar al inexorable destino, se introduce en lo que parece ser un apretado macizo de  plantas de hojas alargadas y gruesas. Como por arte de magia, el suelo desaparece bajo de sus pies, y rueda cuesta abajo por una empinada pendiente.
El león, furioso, ruge de impotencia ante la presa que acaba de escaparse de sus garras. Dándose la vuelta, se dirige al interior de la selva, en busca de otra pieza desprevenida.
Al llegar al fondo del precipicio, magullada, adolorida, aún con los ojos abiertos como platos, reflejando el espanto que la embarga, se sienta y apoya la espalda en el tronco de un árbol. Ininterrumpidamente se deshace, primero en risa, después en llanto, incapaz de creer aún que escapó de la muerte.
Solo atina a mirar al cielo y expresar su agradecimiento: “-¡Gracias, Dios, por salvarme la vida!-”.       
 
 

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¡Miedo!
 
Avanza lentamente, hundiéndose hasta las rodillas en la nieve. Sus constantes jadeos indican el cansancio extremo que lo domina. Los ojos aterrorizados miran a todas partes. Aullidos terribles e inexorables se acercan. Por fin, su mirada se cruza con dos puntos luminosos y amenazadores. Se escucha un disparo… Y el silencio eterno de la estepa.