<                    >

27

 

J.  AZEEM AMEZCUA -MÉXICO-

Licenciado en Diseño Gráfico. Maestro en Comunicación para medios Virtuales. De los 15 a los 18 años escribió algunos cuentos y poemas. A los 18 años empezó un grupo de escritores amateur llamado Anominis, activo por más de tres años. Participante del NaNoWriMo desde el 2020, con cuatro retos terminados. Tiene cuentos publicados en la antología “Hoja en Blanco” y “Bendito azar” de Hoja en Blanco, “Antología 21-1”, “Antología 21-2” y “Antología 22” de Kanon Editorial, antología “Necroeroticón” de Penumbría y Diversidades, antología “Todo lo Fragil” de Oxymoron Editorial, “Antología de Terror” Vol. 2 y Vol. 3 de Lebri Editorial, la antología “Cuando no hay nadie aquí” de ITA Editorial, antologías “Pesadillas bajo la tinta Vol. 2” y “¿Quién anda ahí?” de Verso Inefable; antología de microrrelatos “La amante”, “Los niños de la colina carmesí” y “La bruma de Miskatonic” de Rubeo Editorial. Tiene cuentos en blogs y revistas digitales como: Revista Palabrerías, Cósmica Fanzine, Itinerantes de Revista Anacronías, Revista el Nahual Errante, Revista Aeternum, Revista Clan Kutral, Revista Trinado, Revista Elipsis y Revista Albores Caipell. Una novela digital publicada en Lektu titulada “Travesías del joven alquimista”, dos novelas impresas: “Amistad Nigromante” con Lebrí Editorial y “Uruburus Circus” de Palabra Herida. Dedicado a otras artes como la música, el dibujo, el tatuaje, no ha faltado constancia para la escritura. Con H. P. Lovecraft, Stephen King, y sobre todo Carlos Ruíz Zafón entre sus escritores favoritos, aspira a ser un escritor novelista de suspenso y terror.
https://www.facebook.com/jazeem.art

Misión de brujas: capturar al fantasma de mamá 
 
 

“Sobe todo volvió a sobrepasar, un nuevo caso sobrenatural impacta a la población, ahora es un fantasma”, lee Paola en el titular de un periodico local de un pequeño pueblo que le resulta familiar por sus calles tradicionales capaces de colocar el lugar Michoacán, Oaxaca, Jalisco, o casi cualquier estado de México. Va caminando por una amplia calle de pocas casas y algunos negocios junto a su hermana jurada Valeria. Ambas son brujas, en la actualidad es un decir que muchas mujeres adoptan sin mentir, aunque para estas chicas es un concepto más literal. El aquelarre donde fueron formadas les dio una misión sencilla, una prueba fácil para su limitada experiencia en el arte esotérico: enfrentar un fantasma y capturarlo.
 
Tanto el informe cómo el contexto les dice que en una casa ya abandonada de un pequeño pueblo se han escuchado ruidos molestos para algunos vecinos, faltan meses para el día de los santos difuntos y que ellos mismos puedan encargarse del problema, pero ya se sienten desesperados, temen que la situación pueda salirse de control, por ese motivo los rumores han corrido de un pueblo a otro hasta llegar la información a las mujeres adecuadas. Es de noche y no hay muchas personas cerca para conseguir información adicional sobre el caso, creen que tiene relación con una niña aterrada, que es el titular de las noticias locales, casi todas las páginas que Paola lee se enfocan en los sobrenatural del pueblo, anteriores casos de fantasmas, pero también otro tipo de criaturas. La tendencia de experiencias anteriores para el aquelarre es que una madre murió y está visitando inofensivamente a su hija pequeña que está desamparada. La pequeña se entiende que se fue a vivir con su madrina a unos pasos de su antiguo hogar. No quisieron darse el tiempo de confirmar la información con los vecinos, ni fueron invitadas a solucionar el problema, así que ambas brujas entran directo para enfrentar su reto.
 
Paola ha practicado poco, siente que su confianza y su memoria le fallan, como si algo no fuera correcto. Tiene un par de años asistiendo a cada reunión del aquelarre y leyendo todos los libros que le han indicado, pero no es suficiente hasta ponerlo en práctica, esta es su primera vez. Sin embargo, tiene un sentimiento de superación y gusto por hacerlo, por lo tanto no se rendiría por ningún motivo. Igual, no está sola, Valeria es mejor. Entiende a la perfección los hechizos y procedimientos, así como el listado de cosas y elementos con los que deben salir de la casa: plasma de fantasma en un frasco; éter de fantasma en un cuarzo; polvo místico de la casa abandonada; y el alma de la madre en un relicario. Casi como llenar la lista de útiles escolares.
—Ante todo recuerda el juramento— le dice Valeria a Paola antes de entrar —es importante tener tu convicción clara para que todo salga fácil y en orden como es debido.
—Claro, el juramento— contesta Paola bastante indecisa, reflexionando en cada palabra del mantra que alimenta la energía del aquelarre, pero con actitud suficiente como para convencer a Valeria que hablan de lo mismo.
 
El juramento del aquelarre además de reforzar la lealtad hacia las hermanas brujas con las que juran, es una declaración desde el corazón para mantener en control portales dimensionales, criaturas míticas o de fantasía y entes paranormales, entre muchas otras cosas que ayudan a los fines inmortales y demoníacos en el equilibrio de la comunidad.
 
La casa tiene una fachada sin pintar, pero no hace diferencia de las construcciones vecinas, perciben la vibra sobrenatural y eso les indica la puerta negra metálica de doble hoja que deben cruzar. Hay algunas luces encendidas que se filtran por las ventanas cercanas, pero la mayoría de gente ni siquiera notará que ellas estuvieron ahí. Al cruzar, pueden darse cuenta que la casa debe tener al menos diez años abandonada, lo que hace extraño que las apariciones se den hasta ese momento. Desde la entrada se puede observar una escalera con mucho polvo y a una niña pequeña sentada en el cuarto escalón. Paola relaciona sin ninguna razón lógica que ella misma tendría la edad que aparenta la niña, si se restara diez años, el periodo aproximado de abandono de la casa, solo una coincidencia. Ya había visto fantasmas antes, o ecos, porque esas visiones no son necesariamente seres sobrenaturales, muchas veces son el reflejo de algo que se quedó impregnado en el tiempo pero un plano diferente. Aún así no puede evitar sentir escalofríos, no hay mucha luz que se filtre desde las ventanas, los sonidos de paredes que no han recibido pisadas en muchos años, todos los ruidos que se convierten en rugidos de alerta, pero que terminan sin ser nada.
 
La niña rompía la expectativa —ambas chica la ven fijamente— al final no comprobaron los rumores, el fantasma del que los vecinos se quejan puede ser la niña y no la madre, pueden ser ambas, o la madre en un disfraz, así como cualquier otro ente. El fantasma de la madre podría estar materializandose en este lugar por su atracción cósmica y no por un brutal asesinato. En el estado de esa casa no debía existir nada vivo. La niña se levantó y dio más muestras de no ser un ser físico, a pesar de que se notara cierto temor al acercarse a las brujas. Paola volvió a sentir un instinto familiar cuando la niña la abrazó, después de acercarse lento, ninguna de las dos chicas hizo nada, solo ver como caminaba hasta rodear con sus pequeñas manos a la bruja aprendiz. Ciertos impulsos invadieron su mente, sensaciones de asociación que llegaban constantes, como falsos recuerdos.
—Debemos movernos rápido— dijo Valeria.
—Claro, rápido— contestó Paola de nuevo con inseguridad porque no recordaba el juramento. La niña se había desvanecido sólo unos segundos después de haber tenido contacto con las brujas.
 
Paola quería preguntarle a Valeria el juramento, quería que ambas lo repitieran para recordar las palabras que la protegerían, quería recuperar la relación con el aquelarre, pero también le daba sospecha el instinto, eran espacios en blanco en su pensamiento. Intentó hacer conciencia, quisó culpar a los nervios de la misión, lo importante que era para su futuro en esa comunidad o cualquier otra, pero no lograba conectar. La niña apareció otra vez mientras las brujas recorrían la casa, le tomó la mano y caminaron juntas en silencio. En un pasillo se agachó para sacar una pequeña caja de cristal para ir recolectando las muestras de polvo de diferentes partes de la casa, mientras la niña vio con atención el proceso. La niña la acompañó todo el tiempo sin preguntar nada, sin decir más de lo que decía su mirada aterrada, fantasmal. Tampoco Valeria dijo nada en caso de que se hubiera dado cuenta. Minutos después se detuvieron ambas en la sala de la casa abandonada, prepararon lo necesario para realizar el ritual y poder tomar del fantasma todo los elementos requeridos por el aquelarre. La niña se mantuvo pegada a un muro, observando con su palidez.
 
Con las manos bien agarradas, las dos brujas empezaron a recitar una oración que se perdía por partes en la memoria de Paola, pero la fuerza se empezó a juntar a pesar de las miradas de agresividad de Valeria quien sabía todo a la perfección. Al centro de la sala un círculo de sal y con pintura acrílica roja algunos pictogramas dibujados con poderosos sellos para atraer, someter, controlar y finalmente capturar al fantasma. Al centro estaban un frasco de vidrio, un cuarzo y un relicario dispuestos para recibir su parte. Ambas brujas estiraron hacia el frente sus brazos, dirigiendo la energía hacia el centro, recitando el hechizo con más poder para atraer al fantasma hasta la trampa. La niña desde su rincón empezó a actuar extraño, su temor era mayor que cuando llegaron a la casa. La probable causa se materializó un instante después, rompiendo los pocos vidrios que quedan en la casa y arrastrando los muebles viejos. Incluso las brujas fueron capaces de ver tenues destellos azules como si fuera una tormenta bajo techo. No tenían nada de control. Paola estaba muy distraída viendo el dolor de la niña o admirando el plasma de la madre que empezó a notarse más gracias al hechizo. La firmeza de su voz se redujó cuando Valeria le llamó la atención:
—¿Atención o lealtad?— preguntó con sarcasmo —concéntrate y termina la tarea, acaba con tu misión y con el resto de lo que hace falta. ¡Obedece! ¡Obedece!— gritó al final la compañera. Paola no podía deducir en ese momento si se dirigía a ella o la mujer parada al centro del círculo, el nuevo ente también sufría, en ese momento igual que la niña, ella también sentía cierto dolor. Sintió un momento que Valeria tenía algo de razón, pero algo perdido en su memoria no la dejaba continuar. Creyó que se trataba de una maldición, tampoco estaba tan familiarizada pero la teoría arrojaba ciertos síntomas al respecto, Valeria debería poder notarlo.
 
Paola cerró los ojos un momento, a punto de terminar el hechizo, a nada de acabar con el ritual cuando se olvidó del resto, las últimas frases en latín que cerrarían todo el proceso, aquellas que práctico muchas horas con su hermana bruja, no quedaba nada. Una ligera explosión eólica invadió la sala y empujó un par de metros a ambas brujas, disolviendo el círculo, borrando los sellos al instante, generando caos por el mal procedimiento. Por lo tanto, el fantasma que casi se dividía en las tres partes que necesitaban escapó. Tampoco quedó rastro de la niña que ya no agonizaba o sufría desde la esquina de la sala. Cuando Paola se levantó tenía muy cerca a Valeria.
—¿Te das cuenta del peligro?— Valeria preguntó sin esperar una respuesta, molesta por lo que implicaría para su historial con el aquelarre que no tengan éxito en la misión. Más preocupada de lo normal Paola notó que no se trataba sólo de una prueba común. Su instinto le gritaba algo de la misión que no venía en las instrucciones. Algo faltaba o algo sobraba pero no terminaba de conectar que podía ser.
 
A punto de cuestionar a la otra bruja el ente se materializó nuevamente desde el centro de lo que quedaba del círculo. Ambas vieron con atención y completo silencio como se desarrolló la escena, un terrorífico espectáculo de luces y sonidos indescriptibles. Llegó un grito desesperado de la niña desde atrás de ellas, fue imposible no asustarse por toda la sorpresa que representa, sin alcanzar a recuperarse y casi al mismo tiempo voltearon hacía el fantasma que ya estaba levitando en un ataque directo hacia ellas. Paola sintió una brisa gélida pero también melancólica cuando el fantasma atravesó su cuerpo, sin capacidad suficiente para alcanzar a comprender lo que estaba pasando perdió toda la fuerza de su cuerpo y entró en un profundo trance hasta caer recta sobre el suelo. En el último parpadeo, previo a perder la conciencia ya no vio a la niña ni al fantasma, solo a Valeria.
 
Paola despertó minutos u horas después, con Valeria a su lado todavía de pie, la pesadez en su cuerpo y algunas luces le anunciaban que era de mañana, pero tener a su compañera de pie le arrojó otra idea diferente, no tardó mucho en consolidarse la verdad, la otra bruja estaba petrificada. Un parpadeo más y entonces descubrió que había encontrado en el desmayó todos los recuerdos que le hacían falta. Aquella era su casa, el fantasma era de su madre y la niña una proyección de ella misma. Su fuerza y capacidad eran más que considerables, por lo tanto fue así que su energía fue atraída por un aquelarre no tan lejano del pequeño pueblo donde nació.
 
Recordó muchas cosas con alegría, todo el miedo desapareció a pesar de la dolorosa mueca que tenía su compañera, murió con el verdadero terror abrazándola, mientras a ella la cobijaba la paz. Tomó el pequeño periodico local y toda la familiaridad tuvo sentido, conocía hasta el nombre del periodista que había escrito el artículo de la casa embrujada. Gradualmente recordó no solo momentos o fotografías de su infancia, de su madre y padre, del pueblo o de la casa, también recordaba emociones, sentimientos que parecían perdidos en el fondo de sus ganas por convertirse en una bruja útil para la comunidad. En ese pueblo siempre había existido la actividad paranormal, por eso ningún vecino se había acercado a solucionar el problema, o a enfrentarlas cuando llegaron. El aquelarre le quitó más que sus recuerdos, el fantasma de su madre se lo mostró. La misión no se cumplió, el fantasma no se podía materializar ante nadie más que ella, sus hermanas juradas querían que nunca recuperara sus memorias, su fuerza. Empezó una nueva misión, ahora de una persona con su conocimiento completo.